Universidad de Panamá: ¿Formadora de Investigadores o Reproductora de Modelos Obsoletos?”
La Universidad de Panamá, como la institución pública de educación superior más grande e influyente del país, enfrenta un dilema que marca su presente y modelará su futuro: determinar si está formando verdaderos investigadores capaces de producir conocimiento pertinente, innovador y crítico, o si continúa reproduciendo modelos académicos obsoletos que limitan la transformación educativa y científica del país. Este debate no es exclusivo de Panamá, sino parte de una discusión regional sobre el rol de las universidades públicas en la construcción del pensamiento latinoamericano contemporáneo.
En el contexto panameño, la investigación universitaria ha sido históricamente un área secundaria frente a la docencia y la gestión administrativa. Aunque en las últimas décadas se han creado programas de posgrado, centros de investigación, fondos concursables y políticas de incentivos, la cultura universitaria aún no logra consolidar plenamente la investigación como eje articulador de la vida académica. Tomando un criterio foráneo, citamos al investigador argentino Pablo Gentili, docente en la Universidad del Estado de Río de Janeiro, sostiene en su obra Políticas educativas y desigualdad en América Latina que las universidades de la región “han crecido en matrícula, pero no en capacidad de producir conocimiento relevante para sus sociedades” (Gentili, 2018).
Esta afirmación se ajusta a la realidad panameña, donde el crecimiento institucional no siempre ha ido acompañado de una renovación epistemológica y metodológica profunda.
Uno de los principales obstáculos radica en la persistencia de modelos pedagógicos tradicionales, centrados en la exposición magistral y en prácticas de investigación meramente formales. En muchos programas de maestría y doctorado, la investigación se concibe como un requisito administrativo para la graduación, más que como un proceso creativo y riguroso orientado a generar aportes significativos. Para la mexicana Alicia de Alba, profesora en la Universidad Nacional Autónoma de México, destaca en su obra Currículum: crisis, mito y perspectivas que los sistemas universitarios latinoamericanos siguen reproduciendo estructuras académicas “que inhiben la producción de conocimiento crítico y la innovación pedagógica” (De Alba, 2015).
No obstante, la Universidad de Panamá no escapa a esta tendencia, pues gran parte de sus procesos curriculares continúan alineados a modelos rígidos, con escaso margen para la investigación interdisciplinaria y la experimentación metodológica. A esto se suma la limitada infraestructura para el desarrollo de investigaciones sistemáticas. Aunque existen avances como el Sistema de Investigación, Innovación y Desarrollo Tecnológico (SIID) y diversos institutos especializados, la disponibilidad de laboratorios, bases de datos, acceso a publicaciones científicas y financiamiento estable continúa siendo insuficiente.
En ese contenido, el investigador brasileño Boaventura de Sousa Santos, profesor distinguido de la Universidad de Coimbra, enfatiza en La universidad en el siglo XXI que las instituciones públicas deben romper con “los modelos coloniales del conocimiento” y construir alternativas que promuevan epistemologías situadas y socialmente comprometidas (Santos, 2010).
Asimismo, la Universidad de Panamá, en su esfuerzo por modernizar su gestión académica, se encuentra ante la oportunidad y el desafío de abandonar la dependencia de modelos externos acríticos y asumir una perspectiva más latinoamericana, caribeña y panameña de la producción intelectual.
Otro factor determinante es la formación de los docentes-investigadores. Aunque muchos profesores cuentan con títulos de posgrado, no siempre han sido formados en entornos donde la investigación es una práctica cotidiana.
La española Esther Prieto Rodríguez, académica de la Universidad de Oviedo, señala en su obra Profesión académica y cultura institucional que la calidad de la investigación universitaria depende de “la consolidación de comunidades académicas que valoren el debate, la crítica, la colaboración y la actualización permanente” (Prieto Rodríguez, 2017).
En la Universidad de Panamá, todavía predominan estructuras verticales y prácticas que desalientan el trabajo colaborativo, la coautoría y la vinculación internacional.
Sin embargo, sería injusto no reconocer los avances. En los últimos años, se ha observado un incremento en la producción científica, la internacionalización de ciertos programas, la participación en redes de posgrado, la creación de revistas académicas y el fortalecimiento de grupos de investigación. La pregunta clave es si estos avances representan una transformación profunda o solo una modernización superficial que convive con prácticas desactualizadas.
Además, la Universidad de Panamá se encuentra en una encrucijada histórica: puede consolidarse como institución formadora de investigadores críticos y competentes, o continuar atrapada en modelos obsoletos que limitan su aporte al país. Su futuro depende de decisiones estratégicas relacionadas con la actualización curricular, la formación investigativa, el financiamiento, la cultura académica y la articulación internacional. Solo si enfrenta estos desafíos con visión renovadora podrá contribuir al desarrollo científico que Panamá necesita.
Referencias bibliográficas
- De Alba, A. (2015). Currículum: crisis, mito y perspectivas. UNAM.
- Gentili, P. (2018). Políticas educativas y desigualdad en América Latina. Siglo XXI Editores.
- Prieto Rodríguez, E. (2017). Profesión académica y cultura institucional. Universidad de Oviedo.
- Santos, B. de S. (2010). La universidad en el siglo XXI: para una reforma democrática y emancipadora. Siglo XXI Editores.
El autor es Catedrático del Departamento de Evaluación e Investigación Educativa, Asistente en el Centro de Investigaciones en la Facultad de Ciencias de la Educación e Investigador adjunto al Instituto de Estudios Nacionales de la Universidad de Panamá.


