El actual problema Inmigratorio en Panamá y sus consecuencias a nivel nacional
La migración ha sido una constante histórica natural desde el origen de la humanidad. Cada pueblo tiende a desplazarse en busca de nuevos horizontes, lo que ha contribuido al intercambio cultural en todas sus formas. Pero a partir del presente siglo, estas migraciones se han hecho masivas y forzosas, ya sea por guerras intestinas, fronterizas o por la más cruel de todas: el hambre. Los países industrializados le arrebatan los recursos a las naciones más débiles, a la vez que le pintan una panorámica sosegada y de abundancia en sus ciudades invitándoles, indirectamente, a tocar sus puertas tal como le está ocurriendo a Estados Unidos con los migrantes estacionados en Tijuana en su frontera con México, o en el caso específico de Panamá en la frontera con Colombia.
En nuestro caso particular, los dos últimos gobiernos han hecho alarde de la abundancia económica y sustanciales recursos que, supuestamente, posee nuestro país que nos han presentado ante la comunidad internacional como si fuésemos el Dubái de América Latina, trayendo consigo una avalancha de inmigrantes de todo el mundo, pero en su gran mayoría provenientes de los países hermanos de Colombia y Venezuela sujetos a las guerrillas internas y a los vaivenes políticos, sociales y económicos. Todos los países del mundo se preparan con cada censo para un crecimiento natural de la población, tomando en consideración la inmigración natural con la que siempre han convivido. No obstante, cuando en uno como el nuestro donde hace tan solo 10 años éramos un poco más de tres millones y hoy rondamos los 4. 8 millones de habitantes, le resulta imposible satisfacer sus demandas y demás necesidades porque no estábamos preparados para una semejante avalancha inmigratoria en tiempo record. Es como si una persona planificara su primer hijo y luego el segundo, preparándoles una habitación individual y otras comodidades inherentes a su crecimiento y desarrollo, previendo los gastos de salud, educación alimentación, recreación, etc., y de pronto tuviese que responsabilizarse de todas las necesidades de dos sobrinos huérfanos para los cuales no tuvo el tiempo necesario para programar una planificación adecuada, que no perturbara la seguridad de sus hijos.
Panamá no tenía la solvencia para aceptar más de un millón y medio de habitantes en tan poco tiempo porque somos un país pequeño con poca población, si nos comparamos con otras naciones del área como Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala. Esto ha creado una enorme cantidad de serios problemas en todos los ámbitos de la vida nacional, provocando, en algunos casos, graves inconvenientes como la desestabilización económica, inseguridad social, saturación del mercado laboral, sicariato, y sobre todo, complicaciones en el sector educativo por la falta de infraestructuras escolares y universitarias.
En el caso de la Universidad de Panamá, últimamente se le incrementó la matrícula a los extranjeros no nacionalizados a 200 balboas por semestre, e inmediatamente el presidente de la Asociación de residentes naturalizados de Panamá (ARENA), alzó su voz de protesta en un noticiero de TVN aduciendo que este aumento era “discriminatorio”. A lo que el vicerrector de Asuntos Estudiantiles, Germán Beitía, ripostó que un estudiante le cuesta a la Universidad de Panamá alrededor de 1,500 balboas anuales; lo que indica que tal medida no era discriminatoria ya que la mayoría de las universidades latinoamericanas la adoptan “…siempre que no haya acuerdos o entendimientos entre países”, agregó. La Universidad Tecnológica de Panamá adoptó estas medidas hace 13 años y por lo visto nadie se ha quejado en todo este tiempo. Este aumento es insignificante comparado con lo que le cuesta al Estado mantener un extranjero en la universidad por año, además de otros gastos alternos. Un colega acotó que cuando fue a estudiar a Colombia los extranjeros y nacionales pagaban 2.50 dólares por matrícula, pero hay que tomar en cuenta cuánto representaba ese costo en aquella época convertidos al peso colombiano. Lo cierto es que he tenido estudiantes extranjeros que no se quejan por el aumento porque, según ellos, aunque ahora pagan 200 dólares les sale más barato estudiar en Panamá que en sus países de origen.
Y al que diga que esto es xenofobia le aclararé que así como desde el nacimiento del istmo, hemos sido un lugar de tránsito expedito para diferentes grupos humanos, cuyo rol ha trascendido a las épocas y al propio tiempo, también nuestros coterráneos se han desplazado y se desplazan constantemente a otras regiones del mundo, pero de una manera ordenada, pacífica y legal. Este tipo de inmigración no crea caos y la mayoría de las veces es productiva. Muchos extranjeros de todo el mundo vienen a invertir en Panamá, incluyendo a venezolanos y colombianos que enriquecen nuestra cultura con su folclor y su música, con su gastronomía y sus danzas ¡no es xenofobia! Nunca hemos sido xenófobos porque somos históricamente producto de ese trasiego humano. Lo candente, candente, como decían en un viejo programa venezolano, es la inmigración masiva mochilera que entra diariamente por el tapón de Darién la que nos preocupa. No la regulada por las autoridades de migración que entran por los aeropuertos y las aduanas; esa ha existido y existirá por siempre porque la historia es testigo fiel de esa realidad.
En lo que respecta a mi persona tomaré como ejemplo los estudiantes de turismo del Centro Regional Universitario de Azuero. Cada inmigrante mochilero que cruza la frontera día a día se convierte en un competidor más de nuestros egresados y de los que aún no terminan la carrera. Y, lamentablemente, un competidor desleal, con ventajas, porque dado el grado de corrupción que vive la sociedad tanto a nivel gubernamental como privado, le escamotea las oportunidades de trabajo debido a que aceptan contrataciones con bajos salarios y sin prestaciones laborales. Por supuesto que la culpa recae más en quienes los contratan y quienes promueven la migración masiva, so pretexto de darles ayuda humanitaria o firmando pactos inmigratorios a espalda de los ciudadanos. La Escuela de Turismo en el CRUA está a punto de colapsar, debido a que muchos aspirantes están observando cómo se minimizan las escasas plazas de trabajo, y cómo en cada restaurante, hotel, complejo turístico u hotelero existen dos o más colaboradores por cada nacional contratado. Lo mismo está ocurriendo en otras universidades e incluso en los bachilleratos con orientación turística a nivel de todo el país. Es por eso que debemos estar alerta con el curso que tome esta problemática en los próximos años.
Extrapolando esta situación, si no hay una solución inmediata y los mochileros siguen entrando de una manera constante como lo han hecho hasta ahora con ayuda de los gobiernos de turno, en treinta años los panameños representaremos solamente un tercio de la población nacional. ¿A dónde iría a parar nuestra identidad como nación? ¿Cuáles serían los símbolos patrios que reverenciaríamos? ¿Qué pasaría con nuestras costumbres y nuestro folclor? ¿Pasaríamos a ser una minoría en nuestro propio suelo? Amanecerá y veremos.
El autor es profesor de historia de la Universidad de Panamá (CRUA)