Morán inició esta línea de investigación en 2018, cuando desarrolló su tesis de licenciatura en el CIIMET. Años después, ya incorporada al centro, continuó el trabajo en su maestría en Toxicología Analítica y Forense, con un estudio titulado: Evaluación de los efectos toxinológicos en ratones de los venenos de escorpiones de los géneros Tityus y Centruroides de Panamá: Manifestaciones clínicas y hallazgos de laboratorio.
Cinco especies analizadas
La investigadora evaluó los efectos del veneno de cinco especies de mayor presencia en el país: Tityus atreus, Tityus championi, Tityus festae, Centruroides bicolor y Centruroides limbatus. Para ello, se realizaron pruebas tanto in vivo en ratones, utilizando distintas dosis basadas en la DL50 (dosis letal media). Esto permitió simular envenenamientos leves, moderados y graves y observar manifestaciones clínicas como salivación excesiva, alteraciones respiratorias, temblores, convulsiones, piloerección y cambios gastrointestinales.
El estudio monitoreó los efectos del veneno desde los primeros cinco minutos hasta 24 horas después de la inoculación, registrando cada signo clínico en tiempo real.
Daño pancreático, muscular, renal y cardíaco
Una segunda fase incluyó análisis de laboratorio a partir de muestras de sangre de los ratones. Se realizaron hemogramas completos, frotis sanguíneos y un panel bioquímico dirigido a identificar órganos afectados por el veneno.
“Evaluamos parámetros como glucosa y amilasa, relacionadas con daño pancreático; creatinina, quinasa total y MB, asociadas al daño muscular estriado y al músculo cardíaco; y creatinina y nitrógeno ureico, que reflejan daño renal”, explicó Morán.
Los resultados mostraron incrementos significativos en varios de estos parámetros, hallazgos que —según la investigadora— deberían ser considerados por médicos en salas de urgencias para evaluar la evolución del envenenamiento en niños, el grupo más vulnerable.
“Aunque nosotros inoculamos el veneno de forma intravenosa para obtener un perfil rápido, los cambios que observamos pueden guiar la atención clínica. Por ejemplo, algunos valores aumentan media hora después de la picadura y otros a las tres horas; eso ayuda a decidir cuándo intervenir y qué complicaciones vigilar”, añadió.
Recomendación: una batería de ocho exámenes para urgencias pediátricas
El estudio propone que, ante la llegada de un niño picado por escorpión, se realice una batería mínima de exámenes que incluya glucosa, amilasa, creatinina quinasa total, CK-MB, creatinina, nitrógeno ureico, sodio y potasio. Esta información permitiría identificar alteraciones en páncreas, músculos, corazón, riñones y electrolitos, facilitando una atención más oportuna y precisa.
Formación científica desde el laboratorio
Para Morán, el CIIMET también ha significado una plataforma de crecimiento profesional. “Nunca imaginé trabajar en investigación; como tecnóloga médica pensaba solo en laboratorios clínicos. Pero aquí pude aprender desde cero y descubrir un campo fascinante. Creo que soy la única tecnóloga médica en el grupo de ofidismo y escorpionismo, y eso me emociona mucho. Animo a otros estudiantes a atreverse, porque nada es fácil, pero se aprende muchísimo”.
Lo que viene: fraccionamiento del veneno y nuevas especies
El estudio abrió nuevas líneas de investigación. El equipo busca ahora identificar enzimas específicas presentes en el veneno —como hialuronidasas o fosfolipasas— mediante fraccionamiento y secuenciación. También falta evaluar otras especies de escorpiones del país para completar el mapa toxinológico nacional.
“Trabajamos solo con cinco especies y solo pudimos avanzar en la fracción enzimática de una de ellas. A futuro queremos continuar ese trabajo y estudiar las especies restantes, siempre que logremos obtener suficiente veneno”, concluyó.
Este avance científico fortalece la capacidad del país para enfrentar accidentes por escorpiones y aporta evidencia clave para mejorar la atención médica en Panamá.


